La lógica dicta que con el transcurrir del tiempo las condiciones sociales y económicas de una nación deberían mejorar, empero, no está resultando de esa manera.
Hace algunos años se creía que brindar educación a los hijos era la manera más factible de hacer que éstos tuvieran mejores oportunidades laborales y, con ello, una mejor calidad de vida; en ese sentido, los hijos solían tener movilidad social y cambiar el futuro de la familia.
Actualmente esa idealización de los estudios se ha fracturado, pues los cambios globales han originado que, por lo menos en nuestro país, tener un grado de estudios no garantiza acceder a un buen sueldo; peor aún, se está dispersando la idea de que estudiar no es la vía hacia la prosperidad.
A su vez, a estos cambios deben agregarse los hechos recientes que afectaron a todo el mundo: la pandemia de coronavirus. Esta situación que se ha alargado más de lo que creíamos, afectó de manera brutal la economía de muchos países, incluido el nuestro.
A casi dos años la instauración de dicha enfermedad, la pobreza en México ha crecido, el desempleo ha aumentado muchos niños han quedado huérfanos, la educación está en crisis, miles de estudiantes han abandonado sus estudios… Por ejemplo, la matrícula de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM se redujo casi a un 50% y el rezago educativo aumentó.
Además, después de la crisis sanitaria, la salud en general se vio mermada y dejó para los jóvenes y niños un mundo más hostil, lleno de enfermedades, precariedad, desastres naturales, violencia, delincuencia, etcétera.
Traer un hijo al mundo implica una gran responsabilidad no sólo con el bebé en sí, sino con el mundo en general; piensa en el futuro que les espera y que es muy probable que tus descendientes tengan una vida más difícil y austera; recuerda que es casi seguro que tus hijos sean más pobres que tú.
Fuentes: