Para nadie es un secreto el hecho de que la prostitución en México es tolerada por todas las autoridades, ignorada por la sociedad y estigmatizada por diversos grupos de la misma. Se estima que en nuestro país hay más de 150 mil trabajadores sexuales, y esta cifra seguirá en aumento, al igual que lo ha hecho a lo largo de la historia.
La prostitución se define como un acuerdo hecho entre dos personas, con la finalidad de llevar a cabo el acto sexual, excluyendo cualquier tipo de sentimiento o lazo emocional; estos servicios se dan a cambio de una retribución económica.
A pesar de que la prostitución es una actividad común en varios países, en México aún existen muchos que se escandalizan con tan solo escuchar la palabra “prostituta/o”. Muchas personas piensan que aquellos que ganan dinero de esta manera, simplemente son personas indignas, dispuestas a corromperse por dinero, aunque esto no siempre es verdadero.
Antes de juzgar, vale la pena que intentemos comprender las razones que tiene una persona para tomar la decisión de prostituirse; en muchas ocasiones influyen la falta de educación, oportunidades limitadas o hasta diversos abusos. Otros más, deciden dedicarse a la prostitución simplemente porque lo toman como un trabajo más, parecido al que lleva a cabo cualquier miembro de la prole.
Finalmente, la prostitución es vista como un castigo o el abandono del ego, en pocas palabras “venderse por unos cuantos pesos”, pero si lo pensamos fríamente, ¿cuántas personas no son capaces de comprometer sus valores y llevar a cabo actividades económicas que los hacen miserables, a pesar de que no tienen nada que ver con la prostitución?
En México, la prostitución no está considerada como delito, a menos que se vea forzada por un tercero, como las organizaciones de tráfico de personas. Esta actividad es tolerada por las autoridades de nuestro país desde tiempos remotos −por algo dicen que es la profesión más antigua de la historia, ¿no?− por eso es necesario caer en la cuenta de que no tenemos que juzgar a aquellos que deciden practicarla, pero tampoco podemos dejarle la puerta abierta a aquellos que son capaces de vender a una persona con fines sexuales.
En resumen, la prostitución nunca se podrá eliminar de nuestra sociedad, pero sí se pueden llevar a cabo acciones para que el comercio sexual sea organizado y tome en cuenta a aquellos que deciden tomar este camino por ellos mismos, sin violencia, ni amenazas de delincuentes abusivos.
Urge que en México dejemos de juzgar a los trabajadores sexuales y que no se les amenace ni violente, mediante organizaciones o grupos conservadores. Se necesitan condiciones de seguridad para los trabajadores y para aquellos que deciden ser partícipes de este tipo de servicios, para así garantizar los temas de salud pública y recaudación de impuestos.
Lo de menos es estar a favor o en contra de la prostitución, lo importante es comprender que forma parte de nuestra sociedad, y que se debe hacer algo para regular su práctica y sus consecuencias.