En el pasado, ser madre para muchas mujeres representaba quedarse en su casa para atender a sus hijos y a su marido, sin que su opinión fuera tomada en cuenta, o literalmente eran vistas como esclavas. Actualmente la situación ha cambiado, aunque algunos de los fundamentos de la educación machista aún afectan el desarrollo social y económico de millones de mujeres, en México y en el mundo.
Anteriormente era casi una ley no escrita en la sociedad, que la mujer dependía directamente de un hombre para comer, tener un techo y cuidar de sus hijos, aunque en la época actual son muchas las mujeres que logran conciliar la maternidad con un empleo o con sus estudios, pero lamentablemente, la sociedad aún impone algunos prejuicios y obstáculos para ellas.
Es una verdad universal que la maternidad adolescente está relacionada con la pobreza y la vulnerabilidad social, situación que pone en jaque a la sociedad mexicana, debido a que en nuestro país el porcentaje de madres adolescentes es muy alto. 7 jóvenes de cada 100, de entre 12 y 19 años, son mamás; el 28% de esta estadística son madres solteras que no cuentan con el apoyo de una pareja, y solamente 3.8% no se encuentra en situación de vulnerabilidad, por ingresos bajos o carencias sociales.
Convertirse en madre adolescente limita la formación académica de una mujer, lo cual frena de golpe sus desarrollo profesional y económico; de hecho, según datos del INEGI, solamente 30% de las mujeres que tienen hijos a una edad temprana, cuentan con educación media y superior, porcentaje que se eleva al doble para aquellas mujeres que no tienen hijos.
Al momento de conseguir empleo, la cosa no pinta muy diferente para las mujeres que son mamás. El porcentaje de mujeres que laboran en el sector informal es 13 puntos porcentuales mayor entre aquellas que tienen hijos y las que no.
Es obvio que lo que necesita México, es que la sociedad abra la mente y deje de establecer limitaciones para las mujeres que tienen la dicha de ser madre; tener hijos no es sinónimo de dejar de vivir y de trabajar, por lo que las empresas y el gobierno deberían tomar cartas en el asunto, para así conciliar la maternidad con un empleo formal y no “deshacerse” de una mujer porque ha quedado embarazada o porque tiene un hijo.
También es responsabilidad del gobierno, garantizar a todas las madres un número suficiente de instituciones públicas para el cuidado de los niños de madres trabajadoras. Se calcula que en nuestro país sólo 22% de las madres que trabajan dejan a sus hijos en guarderías o escuelas, las demás recurren a sus familiares para que los cuiden, o en el último de los casos, se los llevan al trabajo, situación que afecta su desempeño.
La prole está harta de que la sociedad nos imponga un estereotipo para las madres, necesitamos igualar los derechos entre hombres y mujeres y, al mismo tiempo, respetar el derecho que tienen todos los niños para que sus madres les faciliten una vida digna, alimentación, vestido, educación y vivienda.