En nuestro país, pese a los programas de inclusión, las leyes a favor del matrimonio gay y la apertura al tema que se ha dado con el tiempo, aún existe rechazo hacia la comunidad LGBT, ya que claramente vivimos en un país donde el machismo tiene raíces profundas; esta situación trae consigo discriminación. La homofobia y la transfobia conllevan una serie de retos que repercuten en la estabilidad emocional, social y económica de la comunidad LGBT, lo que rompe con el mito de la opulencia gay.
No ser heterosexual trae perjuicios desde el sistema educativo, pues la discriminación ocasiona mal desempeño académico, ausentismo y deserción, lo que pone en desventaja a las personas LGBT en comparación con las que no lo son a la hora de conseguir un empleo. De igual forma, tiene repercusiones en su salud física y mental, lo que merma su creatividad, sus habilidades, sus conocimientos y su desempeño en el trabajo.
La discriminación y las desventajas no paran ahí, ya que muchos estudios demuestran que en todo el mundo la comunidad LGBT gana menos que los hombres heterosexuales con la misma edad y el mismo nivel educativo. A su vez, existe evidencia de que en una gran cantidad de naciones la comunidad enfrenta desafíos económicos que la conducen a la pobreza. En este sentido, los grupos LGBT más vulnerables son las personas bisexuales y transgénero, ya que el 29% de ellas viven en la precariedad.

Terminar con la segregación hacia la comunidad LGBT no sólo traería ventajas económicas para estas personas, sino para el país en general, puesto que las empresas más inclusivas obtienen mejores ganancias que aquellas que no lo son. Igualmente, los países con leyes que protegen a las personas LGBT y tienen mayor aceptación hacia ellas tienen un PIB per cápita más alto.
Las cifras lo dicen, el respeto y la inclusión no hacen más que favorecer a un país en todos los sentidos, por el contrario, la discriminación sólo separa, daña y hasta empobrece.
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