Es conocimiento de todos que la pandemia mundial que estamos atravesando obligó a nuestros jefes a mandarnos a trabajar en casa, a implementar el llamado home office, y para muchos —especialmente los que hacíamos un largo trayecto para llegar a la oficina— al principio fue una maravilla, a causa de las ventajas que trae consigo como poder estar en pijama todo el día. Sin embargo, con el paso del tiempo también descubrimos las grandes desventajas del home office.
La primordial, y la que aqueja más a todos, es la explotación laboral que se originó aunada a la escasez de empleos; puesto que al estar en casa laborando, nuestros jefes vieron la oportunidad de aumentar la carga de trabajo sin garantizarnos las condiciones en las que lo desempeñamos: muchos carecemos de cuestiones tan básicas como tener un escritorio, una buena silla y acceso a internet.
Si bien esta cuestión atrajo la creación de una ley que nos ampara a la hora de realizar home office, los jefes la han ignorado y nosotros, los empleados, no la hemos hecho valer por miedo a que nos despidan en plena pandemia. Entonces, al contrario de ahorrar porque ya no gastamos en pasajes diarios, tuvimos que hacer una inversión: pagamos más luz por el uso constante de la computadora, contratamos un mejor internet para evitar fallas en la conexión, compramos una silla ergonómica para evitar dolores de espalda y hasta instalamos un mejor escritorio para estar cómodos.
También, por si fuera poco, realizamos más trabajo y —como estamos en casa— a los jefes poco les importa si terminamos dos o hasta tres horas más tarde de nuestra jornada laboral para poder cumplir con todas las labores que nos solicitan; dejó de importarles, porque ya no debemos regresar a casa muy tarde por estar trabajando, sino que ahora, al terminar, tan sólo debemos dirigirnos a nuestra cama.
En conclusión, el home office —el trabajar en línea— nos empobrece física, emocional y económicamente. Trabajamos más por el mismo sueldo y gastamos más en servicios, como el internet y la luz, pese a que, según la ley, la empresa debería proveernos de dichas herramientas. Ademàs, pensamos que si nos quejamos, nos quedaríamos sin empleo en medio de la pandemia…
Fuentes: