De entre todos los oficios y profesiones que existen, el ser trabajador o trabajadora del hogar es quizás una de las más nobles y humildes ocupaciones que existen. Por mucho tiempo se tenía la creencia de que éste no era un empleo, sino sólo una forma de brindar un servicio pagado por un patrón o patrona que decidía las condiciones de los pagos por determinados servicios. Estos pagos no incluían seguro médico ni prestaciones de ningún tipo, porque eso corría a cargo del patrón quien no necesariamente estaba obligado a brindarlos.
Hoy las cosas han cambiado, pues este servicio ha tomado fuerza y se ha valorado más debido a que el ritmo de vida laboral ha hecho que personas que no pasan tiempo en sus hogares decidan pagar por estos servicios para que les puedan realizar las tareas diarias de casa.
Actualmente se han impulsado iniciativas para que las trabajadoras domésticas puedan tener Seguro Social y prestaciones de ley, lo cual ha tenido frutos, pues ahora ya no sólo tienen derecho a eso, incluso lo pueden exigir.
En conjunción con lo anterior, el IMSS desarrolló el Programa Piloto para Personas Trabajadoras del Hogar que permite que varias personas se integren al Seguro Social y se cambien de manera significativa sus ingresos.
Además de servicios de salud, este programa les otorga prestaciones como incapacidades, pensiones, ahorro para el retiro, guarderías y otras de las que gozan otros trabajadores de otros sectores comerciales e industriales.
Los trabajadores del hogar necesitan cumplir con ciertos requisitos, los cuales son meramente de documentación y papeleo como domicilio, Número de Seguridad Social, salario mensual y CURP.
Este programa ha arrojado buenos resultados, pues muchas personas ya se encuentran inscritas o en proceso. En los registros se detectó que el 85% de las personas corresponden a mujeres y el 15% restante a hombres, ambos en un promedio de 30 a 50 años de edad.
Se busca que el programa siga penetrando y siga sumando más personas que requieren de esas prestaciones.