No cabe duda que México se ha ganado a pulso, el reconocimiento como uno de los países más corruptos del mundo; así como lo escuchan, resulta que anualmente, la corrupción nos cuesta alrededor de 100 mil millones de dólares.
Lo peor del caso, es que ni siquiera nos sorprendemos cuando nos presentan esta afirmación, ya que vemos a la corrupción como algo común dentro de nuestra vida diaria. Como dicen algunas personas: ¡Esto es México!
Según el «Índice de Percepción sobre Corrupción», México se encuentra en el lugar 105, dentro del ranking, en el que se toman en cuenta 176 naciones. A pesar de que, a simple vista, la situación no parece tan escandalosa, la realidad es que nosotros –y el resto del mundo– nos vemos al mismo nivel de países como Filipinas y Malí, lugares en los que abundan la corrupción y la impunidad.
El problema es que nos identificamos con el concepto de corrupción, de tal manera que nos es fácil pensar que todo se soluciona de esta forma, y que no hay otra manera de resolver problemas en este país. Vivimos tan rodeados de este mal, que desde pequeños, se nos hace fácil afirmar que: “con dinero se puede arreglar todo”.
No es posible, que desde que estudiamos, veamos como una opción viable el comprar una simple calificación, o pagarle a alguien para que cumpla con nuestras obligaciones, ya que, inevitablemente, con el pasar de los años, llevaremos la corrupción a otros niveles.
La economía en nuestro país, se ha visto afectada gracias a este tipo de acciones corruptas, ya que nuestra inversión privada, representa este sistema poco honesto, lo que provoca que otros países, duden al momento de invertir en México y en las empresas nacionales.
SI realmente queremos cambiar la percepción que se tiene de México en otros lugares, y hasta la que tenemos nosotros mismos de nuestra cultura, tenemos que comenzar a cambiar, uno por uno. Nada de dar mordidas, ni de comprar calificaciones, y mucho menos, intenten comprar algún tipo de trámite.
Finalmente, estamos haciendo eso de lo que tanto nos quejamos, no podemos exigir políticos honestos, si nosotros no nos manejamos con honestidad, en cada aspecto de nuestra vida. Enseñémosle a nuestros hijos, lo que es hacer las cosas de forma honesta y sin recurrir a delitos, por más simples que parezcan.
Los invitamos a que siempre sean honestos y la piensen dos veces, antes de convertirse en personas corruptas.