¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase? Pues, por lo menos en México, es muy común escuchar esto, al ver que las áreas públicas, o hasta las propiedades privadas (como casas, edificios y automóviles), son víctimas del vandalismo, un fenómeno que es muy común en este país y que cada vez, es más difícil de controlar.
De hecho, varias encuestas revelan que más del 8% de los hogares en México, han sido víctimas de actos vandálicos como: pinta de bardas o grafiti, rayones intencionales a vehículos, etcétera.
Hasta da coraje, ver como los mexicanos nos preocupamos por mantener nuestro hogar atractivo y en buenas condiciones; invertimos nuestro tiempo, dinero y energía en convertir nuestra visión en una realidad, todo para que un día, despertemos y encontremos un desagradable rayón, justo en nuestra entrada principal.
¿Ya les dio coraje, verdad prole? Pues, es normal, ya que en este país, nos cuesta tanto hacernos de nuestras propias cosas, que el hecho de que no exista respeto alguno por las propiedades ajenas, en verdad que es para molestarse.
El vandalismo es un fenómeno social que refleja problemas en la sociedad, y muchas veces en los jóvenes, que son quienes realizan este tipo de actos con mayor frecuencia. Y aunque a nosotros nos pueden decir que para muchas personas, esto es arte, aun así, no les da el derecho de dañar propiedad ajena, nada más para que los demás vean la manera en la que se expresan.
Muchas organizaciones consideran que se debe tratar al vandalismo como la delincuencia organizada del mañana, debido a que múltiples bandas, utilizan el lenguaje vandálico como una manera de comunicarse y hacerse presentes, en determinado barrio, colonia o ciudad.
Es para preocuparse, ver que cada vez son más los jóvenes que adoptan este estilo de vida, en el cual, lo importante es sentirse parte de una banda o grupo, sin ponerse a pensar en el daño que causan a terceros, y a ellos mismos, ya que el vandalismo, es considerado un delito menor en nuestro país.
El vandalismo urbano –que es el que forma parte de nuestra cotidianeidad– le cuesta al gobierno una cantidad considerable, y crea un gran malestar en los habitantes de las ciudades afectadas; es importante, enseñarles a los niños y jóvenes que siempre se debe de tener respeto por las propiedades ajenas y que –nada– justifica dañar estos lugares.
Si no existe este mínimo respeto, ¿qué podemos esperar?