La situación por la que atraviesan los capitalinos, casi a diario, se ha convertido en uno de los mayores problemas que existen en nuestro México lindo, querido y vuelto totalmente loco, gracias a las innumerables manifestaciones, marchas y plantones que se registran día a día,en la Ciudad de México, y en otras partes del país.
Aunque parece que el gobierno sólo hace oídos sordos a este problema, ya que, se estima que anualmente, estos eventos generan pérdidas de hasta dos mil millones de pesos; esta situación, repercute directamente en los recursos destinados al mantenimiento y mejora de los servicios que se necesitan en nuestra ciudad.
En un lapso, de entre tres y cuatro años, la CDMX, se ha visto afectada por poco más de 17 mil marchas, además de que, se calcula una pérdida de 5 mil 800 millones de pesos (lo bueno es que los políticos lo tienen todo bajo control…).
Como era de esperarse, estas “manifestaciones”, más que ayudar, terminan afectando mucho más a la clase trabajadora, ya que las estadísticas dadas por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), afirman que las marchas repercuten, principalmente, en el sector servicios, el cual le da empleo al 76% de la población.
Esta situación, sólo reafirma que la violación a los derechos de terceros está más viva que nunca en México. Ya no existe ni un poco de respeto al tiempo, los recursos, ni a la salud del prójimo; parece que al gobierno no le interesa para nada, el tiempo que uno desperdicia en el transporte público o en el tráfico, gracias a las marchas y plantones que se levantan, impunemente, todos los días.
Es triste ver que cualquier persona, es capaz de echar a perder el día de miles de mexicanos, sólo con el argumento de hacer válidos una serie de derechos y libertades, mientras que no respetan los derechos y las libertades de los demás.
¿Quién está peor? ¿El gobierno por no hacer nada? ¿Los manifestantes por abusar de su libertad de expresión? ¿O todos los demás ciudadanos por aguantar y no hacer nada al respecto?
Lo peor de todo es que, nosotros, la prole, siempre seremos afectados directamente por estos eventos y por la falta de competencia, por parte del gobierno, para controlar a los grupos manifestantes.
Quizá vale la pena preguntarnos, ¿en qué momento traspasamos la línea entre hacer válido el derecho a manifestarse por una razón válida, y el afán de volver loca a una ciudad, que está a punto del descontrol total?