La pandemia nos trajo algo más que una emergencia sanitaria: una nueva crisis económica. El cierre de comercios y empresas hizo del desempleo la “nueva normalidad”, muchas personas se quedaron sin trabajo y, por ende, la pobreza en nuestro país creció.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) estimó un aumento de entre 8.9 y 9.8 millones de mexicanos con un ingreso inferior a la Línea de Pobreza por Ingresos por la crisis de Covid-19.
Es posible que no sientas tan extremos los estragos de la crisis económica, porque aún tienes lo necesario para vivir, pero cuando hablamos de pobreza no nos referimos precisamente a no tener qué comer, sino a sólo tener para comer. Esa es la clase de miseria que se ha instaurado, una donde la llegada del virus a casa supone un gasto ingente difícil de cubrir y, por ello, un problema que termina muy mal.

La sabiduría popular plantea que “A todo se acostumbra uno, menos a no comer”; desgraciadamente esto es verdad, así que mientras tengamos un plato en la mesa podemos seguir “tranquilos”. Nos terminamos acostumbrando a las carencias, a medir en extremo nuestros gastos, a hacer del ahorro una eterna esperanza y a conformarnos con lo poco que podemos adquirir.
Aprendemos a ser pobres, hacemos del día a día un método de supervivencia; creamos un sinfín de argumentos paliativos para hacernos creer que el dinero es secundario, que la tranquilidad y la estabilidad económica son conceptos independientes y que lo material es irrelevante.
La pobreza que ha instituido la pandemia es una muy sutil que nos está alcanzando a todos; esta misma ha llegado de manera paulatina, por ende, nos ha dado tiempo de adaptarnos ella sobre la marcha. Nos terminamos de percatar que podemos aprender cualquier cosa, inclusive a ser pobres.
Fuentes:
https://blogs.elconfidencial.com/cultura/mala-fama/2020-05-13/coronavirus-crisis-economica-pobreza_2590700/
https://www.forbes.com.mx/noticias-mexico-9-millones-pobreza-pandemia-coneval/