Entre el entretenimiento y la despensa: ¿qué vale más la pena pagar?

Actualmente, contar con acceso a plataformas de streaming como Netflix, Disney+ o YouTube Premium se ha convertido en un gasto considerable, lejos de ser algo económico. Al mismo tiempo, la canasta básica —lo mínimo necesario para una alimentación adecuada y medianamente digna— también ha experimentado un aumento en su costo. Lo llamativo es que, en muchos casos, pagar por varias suscripciones digitales puede resultar más caro que cubrir los alimentos esenciales de una familia, lo cual invita a reflexionar sobre las prioridades de gasto.

Por ejemplo, quienes desean contratar los planes más completos de Netflix, Disney+ premium, YouTube sin anuncios, además de Amazon Prime, Max y Spotify, pueden enfrentar una factura mensual que supera los 1300 pesos. Mientras tanto, el Gobierno de México establece que el costo máximo para la canasta básica debe ser alrededor de 910 pesos. Esto significa que el gasto en entretenimiento digital puede llegar a ser un 40% más alto que el destinado a alimentos esenciales, una realidad sorprendente pero vigente.

Especialistas en finanzas advierten que este tipo de gastos puede convertirse en una carga constante similar al pago de una renta, especialmente si no se aprovechan adecuadamente las suscripciones contratadas. Por ello, recomiendan evaluar con cuidado qué servicios realmente se usan y considerar alternativas, como alternar las suscripciones mes a mes, para reducir costos.

No obstante, el gasto en entretenimiento digital no solo responde a cuestiones económicas. También hay factores sociales y culturales que influyen en la decisión de priorizar estos servicios. Para muchas personas, especialmente jóvenes y familias, el acceso a películas, series y música representa una vía para distraerse y aliviar el estrés cotidiano, a veces incluso por encima de las necesidades básicas.

Hoy vivimos en un contexto donde el consumo digital puede significar un gasto mayor que la despensa. Por ello, es fundamental encontrar un equilibrio entre ambas prioridades y hacer un uso consciente del presupuesto, evitando caer en la tentación de quererlo todo sin considerar las verdaderas necesidades, es decir, no tener dinero y tener que depender del atún en lata o las tortillas frías.

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