El estrés en el transporte público es un problema común que nos afecta a los proles, sobre todo por los largos trayectos a los que debemos enfrentarnos día con día, ya sea para llegar al trabajo o a la escuela.
Algunas consecuencias a las que nos enfrentamos ante esta problemática, son:
Congestión: Las aglomeraciones y la falta de espacio en los vehículos pueden generar estrés. La incomodidad física y la sensación de estar apretado pueden contribuir a aumentar los niveles de estrés.
Retrasos y tiempos de espera: Los retrasos en los horarios programados y las esperas prolongadas en paradas o estaciones pueden generar ansiedad y frustración en los pasajeros.
Ruido y ambiente incómodo: La exposición constante a ruidos fuertes y la falta de comodidades pueden afectar negativamente la experiencia del viaje.
Problemas de seguridad: Algunas situaciones, como la presencia de delincuencia o acoso, puede contribuir significativamente al estrés.

Sobrecarga de pasajeros: La capacidad excedida de los pasajeros puede contribuir a que el viaje se vuelva todavía más incómodo. Esto situación no solo afecta a los pasajeros, sino que también puede afectar la eficiencia del sistema de transporte.
Falta de comodidades: La ausencia de comodidades básicas, como asientos cómodos, aire acondicionado o calefacción, puede aumentar la incomodidad y el estrés de los usuarios del transporte público.
Estas situaciones pueden generar graves repercusiones no solo en la calidad de vida, sino también en ámbitos como la salud mental y además en la economía del país, por eso sería importante y fundamental que las autoridades locales y las empresas de transporte implementen mejoras en la infraestructura.
FUENTE: Infobae
